lunes, 21 de octubre de 2013

uribe al congreso

En el Senado consideran que con Uribe llega la extrema derecha al Congreso

Advierten polarización del debate electoral sobre la paz en Colombia.


La clase política destacó este lunes el anuncio del expresidente Álvaro Uribe Vélez de lanzarse al Senado de la República en las elecciones de 2014. (Lea más sobre la campaña del exmandatario).
El presidente del Senado, Juan Fernando Cristo Bustos, dijo que es muy buena para la democracia colombiana la candidatura de Uribe. (Vea el anuncio de Uribe).
En ese sentido, habló de cómo el anuncio de Uribe era la “crónica de una candidatura anunciada” pues el rumor venía desde hace varios días. Sin embargo, el senador criticó que busque cumplir lo que no logró como gobernante.
“Él es el único colombiano que en el último siglo ha tenido la oportunidad de dirigir no por 4 sino por 8 años a Colombia y llama la atención que en sus 8 años de gobierno no le hubieran alcanzado para cumplir y ejecutar las metas”, sostuvo.
A su turno, la presidenta del Polo Democrático Alternativo, Clara López Obregón, dijo que no le teme la posibilidad de que Uribe y el Centro Democrático desplacen a su partido como el de oposición.
“Esperamos que la gente va a entender que no es lo mismo una oposición gobiernista a una oposición alternativa”, sostuvo.
A su turno, el senador liberal Juan Manuel Galán Pachón dijo que será valioso el aporte de la extrema derecha, ojalá legal, en el Congreso.
“Está bien que la extrema derecha tenga una representación política en el Congreso sin el apoyo de los paramilitares”, sostuvo.
Sobre el tema, a nombre de La U, el senador Roy Barreras Montealegre, dijo que con Uribe en campaña hay una alta probabilidad de polarizar el debate sobre la paz.
“Los colombianos tendrán oportunidad de escoger dos líneas muy claras: la paz o la guerra. Deseo mucha suerte al expresidente quien está profundamente equivocado sobre la paz en Colombia”, recalcó.
Igualmente, el senador de Progresistas, Camilo Romero Galeano, dijo que esa candidatura es de un “reencauchado más”.
“Varios nombres hemos escuchado ya de reencauchados para el Senado de la República y creo que es momento de inventar una renovación de ese espacio para sacar el país adelante”, aseguró.
Finalmente, el vicepresidente del Senado, Carlos Emiro Barriga Peñaranda, del Partido Conservador, dijo que Uribe en el Senado ayudaría a enriquecer los debates.
“Ayudaría mucho al Congreso de la República a fortalecer los debates”, agregó.

Por: Elespectador.com

martes, 1 de octubre de 2013

abu ghraib

La prisión aloja a más de 7.000 personas, algunos acusados de rebeldes, otros acusados de crímenes, y otros sin cargos. En opinión de algunos oficiales del Reino Unido, la prisión debía haberse demolido, pero esto fue vetado por las autoridades estadounidenses.[cita requerida]
A finales de abril de 2004, un canal estadounidense de noticias expuso las torturas, abusos y humillaciones a reclusos iraquíes por un grupo de soldados estadounidenses. La historia incluía fotografías, y ha resultado en un escándalo político importante en los Estados Unidos y otros países de la coalición. Posteriormente, han aparecido pruebas de otros abusos similares. Estos abusos a prisioneros venían siendo denunciadas, sin respuesta por parte de los medios de comunicación y gobiernos, por parte de organizaciones internacionales humanitarias como Amnistía Internacional, desde el principio de la ocupación.
Abusos[editar · editar código]
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Fotografía sobre los abusos cometidos en la prisión publicada en el periódico estadounidense Washington Post en mayo de 2004.
En mayo de 2004, se inició una campaña de liberación de prisioneros, para reducir su número a menos de 2.000. En el mismo mes, George W. Bush, presidente de Estados Unidos, anunció que la prisión sería demolida previo acuerdo con las autoridades iraquíes; el jefe del gobierno de transición iraquí puntualizó, sin embargo, que la prisión no sería destruida.
La comisión de investigación sobre los abusos en Abu Ghraib fue creada en mayo de 2004 por el secretario de defensa Donald Rumsfeld y fue presidida por James Schlesinger, a su vez ex secretario de defensa.
Las conclusiones presentadas en su informe fueron las siguientes:
La responsabilidad indirecta de los hechos afecta "a toda la cadena de mando hasta Washington", especialmente al general Ricardo S. Sánchez, entonces jefe de las tropas estadounidenses en Irak. Todos ellos sabían lo que ocurría, sin hacer nada para impedirlo.
Los abusos se debieron al sadismo de los soldados del turno de noche, no a algo ordenado o autorizado por sus superiores. No formaban parte de los interrogatorios.
Aún se están investigando más de 300 casos de abusos, algunos fuera de esta prisión.
En el informe no se recomienda ningún tipo de castigo para los implicados. Fotografía del prisionero Satar Jabar siendo torturado conectándole al cableado eléctrico por manos y genitales
Por otro lado, el ejército estadounidense está finalizando su propia investigación, cuyos resultados parecen aún más escabrosos.
En las torturas de la prisión de Abu Ghraib o Abu Ghuraib aparentemente participaron algunos científicos y médicos americanos. El bioético americano Steven Miles escribe en la revista científica “The Lancet” que con ese comportamiento estarían dañando valores éticos de la medicina y los derechos humanos. Miles, doctor en medicina y profesor de la Universidad de Minnesota, exige una investigación oficial sobre el papel de los médicos durante el escándalo de torturas.
Miles se basó en los protocolos del Congreso de los Estados Unidos y en las confesiones de prisioneros y soldados, reportes médicos y de prensa. Un vocero militar confirmó que la mayoría de los incidentes y acusaciones descritos en el artículo fueron documentados por las fuerzas armadas.
Miles escribe que según las declaraciones de los responsables del ejército de los EUA, un psiquiatra y un médico diseñaron y aprobaron los métodos de interrogación, así como supervisaron los interrogatorios. Describe el caso de un prisionero que bajo juramento declara: el prisionero fue golpeado hasta caer inconsciente y después fue atendido por personal médico y por ellos revivido. Estos se fueron y el prisionero fue de nuevo maltratado.
Un oficial de la policía militar es citado además por Miles: un médico inyectó a un prisionero, que murió a causa de las torturas, una substancia para que pareciera que aún vivía al ser llevado para atención médica al hospital. En Irak y Afganistán son falseados los certificados de defunción. “Los médicos confirman rutinariamente la muerte por infarto al corazón, golpe de calor y otras causas naturales de muerte”, escribe Miles. Sólo una pocas unidades en el Iraq y Afganistán habrían posibilitado las inspecciones mensuales que exigen la Convención de Ginebra y los médicos tampoco se preocuparon por dar una atención médica regular a los prisioneros.
Transferencia al Gobierno Iraquí
El 9 de marzo de 2006, la autoridades militares estadounidenses decidió el cierre de la prisión de Abu Ghraib y el traslado de los detenidos en otros centros penitenciarios de Iraq1 En agosto de 2006, se informó de que la prisión se encontraba ya vacía2 y el 2 de septiembre, se realizó la cesión formal al gobierno iraquí que fue anunciada por Ali al-Dabbagh, portavoz del primer ministro Nouri al-Maliki. La ceremonia fue dirigida por el general mayor Jack Gardner, comandante de la Task Force 134, y representantes del ministerio de justicia y del ejército iraquí3
Consecuencias políticas
El 9 de noviembre de 2006 Donald Rumsfeld, quien en boca de David Ignatius, del The Washington Post, es la figura que "simboliza no sólo el fracaso de la guerra, sino también la arrogancia y la ausencia de responsabilidades"4 fue destituido del cargo de secretario de defensa tras las derrota del partido republicano en las elecciones legislativas del 7 de noviembre. El 14 de noviembre, una veintena de asociaciones de derechos humanos representadas por el abogado alemán Wolfgang Kaleck demandaron a Rumsfeld y otros cargos estadounidenses en el Tribunal Supremo alemán o Generalbundesanwalt de Karlsruhe por crímenes de guerra.

EE.UU

ESTADOS UNIDOS


Al retornar los gobiernos republicanos en los Estados Unidos en la década de los ochenta, encontraron un país económicamente debilitado, no sólo por el empuje de Europa y Japón, sino también porque los costos de la carrera armamentista con la URSS, desde 1946, significaron que durante toda la Guerra Fría más de la mitad de los impuestos se utilizaron para financiar las operaciones militares. Además, la pérdida de competitividad en los sectores productivos se debió a que la 1+ D+i (investigación, desarrollo e innovación) se orientó con énfasis hacia el campo del complejo industrial militar, generando una caída de la productividad manufacturera y el rezago en otras áreas de tecnología de punta. 
Es un hecho que durante las dos administraciones de Ronald Reagan (un ex actor hollywoodense) y George Bush padre (un ex Director de la CIA), el gasto militar observó un incremento considerable que tuvo efectos severos en la economía norteamericana y en las finanzas mundiales. 
Curiosamente, esta, estrategia es designada  por algunos autores  como un keynesianismo de guerra, en alusión a las políticas de gasto, por parte del gobierno que tienden a provocar un efecto estimulante para el crecimiento económico. Sin embargo, en este contexto no funcionaron tales mecanismos, entre otras cosas porque la política fiscal de Reagan redujo los impuestos a las grandes corporaciones con la intención de liberar recursos para la inversión, cosa que no ocurrió porque no había sectores atractivos en los cuales invertir, salvo en la rama militar. Esto provocó que el enorme gasto en armamento se financiara mediante un 
creciente endeudamiento. 
En todo caso, las políticas de la llamada revolución conservadora de los reaganomics
tuvieron consecuencias importantes para la sociedad norteamericana y un efecto 
amplificado en otros países que adoptaron estas estrategias, representados, entre otras 
figuras, por Margaret Thatcher, primera ministro de Gran Bretaña y contemporánea de 
Reagan.

De este modo,  se calcula que entre 1980 y 1984, la inversión del gobierno 
estadounidense en ciencia y tecnología espacial creció 8.9%, con objetivos claramente 
militares. En cambio, otros sectores, como el sistema de transporte, crecieron a una 
tasa de 3%, al igual que  la inversión en educación, capacitación y servicios sociales, 
que apenas reportaron un crecimiento de 1.4% anual. El desarrollo regional y de la 
comunidad cayó dramáticamente en 6.1%, y el gasto en conservación del medio 
ambiente creció en un modesto 1.9%.
Cuando George Bush llega a la oficina oval, la quinta parte del acero consumido en los Estados Unidos se importaba; 25% de los bienes de capital para producir herramientas se adquiría en Alemania y Japón; la tercera parte de los automóviles ya no eran producidos por obreros y técnicos norteamericanos y sólo una pequeña parte de los bienes de consumo electrónicos eran producidos en plantas de los Estados Unidos. 

Estas tendencias marcan la diferencia entre un crecimiento productivo que incide en el proceso de desarrollo, y otro de tipo parasitario, basado en las industrias que viven a expensas del complejo militar, puesto nuevamente en acción durante la guerra del Golfo Pérsico. En otro escenario, los doce años de administración republicana de la Casa Blanca (1980-1992) derivaron en una crisis social que explicó el voto de castigo a George Bush, cuando éste intentó reelegirse y preparó la llegada del demócrata BilI Clinton a la presidencia de los Estados Unidos. 
Bajo el mandato del presidente  George H. W. Bush, el país tomó un papel de liderazgo en la controvertida  guerra del Golfo. La expansión económica más larga en la historia moderna de Estados Unidos, desde marzo de 1991 hasta marzo de 2001, abarcó la administración de  Bill Clinton y la  burbuja punto com. Una demanda civil y un  escándalo sexual llevaron al impeachment de Clinton en 1998, aunque logró terminar su periodo. Las elecciones presidenciales de 2000, una de los más competidas en la historia estadounidense, fueron resueltas por una decisión de la  Corte Suprema: George W. Bush, hijo de George H. W. Bush, se convirtió en el nuevo presidente.El  11 de septiembre de 2001, los terroristas del grupo  Al-Qaedaatacaron el World Trade Center de la ciudad de Nueva York y El Pentágonocerca de  Washington D. C., en una serie de atentados que acabó con la vida de casi tres mil personas. En respuesta, la administración de Bush lanzó una "guerra contra el terrorismo". A finales de 2001, las fuerzas estadounidenses  invadieron Afganistán, derrocaron al gobierno talibán y destruyeron los campos de entrenamiento de Al-Qaeda. Los insurgentes talibanes continúan luchando una guerra de guerrillas. En 2002, en medio de una polémica, la administración de Bush comenzó a presionar para que se llevara a cabo un cambio de régimen en Irak. Con la falta de apoyo de la OTAN y sin un mandato explícito de la ONU para una intervención militar, Bush organizó la coalición de la voluntad; las fuerzas de la coalición rápidamente invadieron Irak en 2003 y derrocaron al dictador Saddam Hussein. En 2005, el huracán Katrina, que terminaría siendo el desastre natural más caro en la historia nacional, causó una destrucción severa a lo largo de la costa del Golfo: la ciudad de Nueva Orleans quedó devastada. El 4 de noviembre de 2008, en medio de una recesión económica mundial, Barack Obama fue elegido presidente, el primer afroamericano en ocupar el cargo.

La intervención militar de Estados Unidos, en sus diversas formas, es uno de los mecanismos del imperialismo, que tiene como objetivos la apropiación de recursos estratégicos, el control territorial, la explotación de la fuerza de trabajo, la expansión del modelo económico neoliberal.

Eso se verifica en todos los casos de intervención militar promovidos por el Pentágono, sea en América Latina, donde los principales focos actualmente son Colombia, Haití y Paraguay, o en otras regiones, como en Oriente Medio.

La estrategia militar del gobierno estadounidense incluye: implementación de bases militares, entrenamientos y presencia de tropas en territorio extranjero, inversiones en tecnologías de monitoreo, espionaje y proyectos de infraestructura. Esta estrategia está basada en diversos pilares, desde la intervención directa hasta campañas de propaganda y difamación, pasando por procesos de las llamadas “guerras de baja intensidad”, que promueven la opresión y estimulan la violencia contra poblaciones de baja renta, urbanas y rurales.

Guerra y negocios

La militarización sirve también para garantizar el lucro de grandes transnacionales. Además de beneficiar a empresas de armamentos, que tuvieron un crecimiento del 60% en sus ventas de 2000 a 2004, la “industria de la guerra” mueve cerca de 100 mil millones de dólares por año en proyectos de infraestructura, asistencia técnica, consultoría, entrenamiento, planificación estratégica, análisis operacional, logística y servicios de seguridad, vigilancia e inteligencia. El proceso de privatización de los servicios militares se ha intensificado en las últimas décadas. Desde 1994, el Departamento de Defensa de EE. UU. ha firmado más de 3.000 contratos con empresas de guerra, que sobrepasan el valor de US$ 300 mil millones.

Estados Unidos mantienen bases militares (725 bases oficiales y otras secretas) en todos los continentes, con excepción de la Antártica. Ese aparato es fundamental para la industria en aquel país, que suministra desde armamentos hasta ropas, comida y los más variados servicios para los soldados. Por ejemplo, con el inicio de la guerra en Irak se encomendaron 273 mil frascos de protector solar de una empresa en Florida llamada Sun Fun Products (Productos Solares Divertidos).

Existen cerca de 500 mil soldados, espías, técnicos, profesores y asesores a servicio del Pentágono y de la CIA trabajando para Estados Unidos en otros países. En abril de 2006, el gobierno estadounidense reforzó la actuación de las tropas de elite del Comando de Operaciones Especiales (cuya sigla en inglés es Socom) en cerca de 20 países en Oriente Medio, África y América Latina. El número de funcionarios de este departamento subió de 40 mil a 53 mil. Desde 2003, el presupuesto del Socom aumentó 60% y debe llegar a US$ 8 mil millones en 2007. Según el periódico The Washington Post, estas misiones incluyen recoger informaciones para la planificación de eventuales acciones militares en países donde no hay guerra o conflicto directo.

Triple Frontera

En América Latina, uno de los principales focos de estas tropas es la Triple Frontera, entre Brasil, Paraguay y Argentina. La estrategia en esta región combina campañas de propaganda sobre una supuesta “amenaza terrorista”, con la presencia de militares estadounidenses, favorecida por el acuerdo militar bilateral de Estados Unidos con Paraguay. Para tratar de implicar a Brasil y Argentina en su estrategia, en julio de 2006, el Congreso de Estados Unidos aprobó una resolución pidiendo que el presidente Bush formase una fuerza de tarea para actuar contra el “terrorismo en el Hemisferio Occidental, especialmente en la Triple Frontera”.

El Congreso propone además que Estados Unidos presione a los países miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA) para que clasifiquen a Hizbollah y Hamas como organizaciones terroristas. La resolución apunta principalmente a que el gobierno brasileño cambie su política externa, que tradicionalmente no acepta el concepto de “organizaciones terroristas”, aunque sí el de “actos terroristas”.

El embajador de Brasil en Estados Unidos, Roberto Abdenur, manifestó “profunda incomodidad” con la resolución y declaró que incluso la “Casa Blanca reconoce que no hay actividades de terrorismo operativo en la región”. El alcalde de la ciudad fronteriza de Foz do Iguaçu, Paulo Ghisi, afirmó “no aceptar más esa discriminación”. El presidente del Centro Cultural Islámico en Foz do Iguaçu, Zaki Moussa, concluye: “Ellos quieren la región, no los árabes. Todo el mundo sabe la importancia geopolítica de la Triple Frontera, inclusive por la concentración del agua dulce”.

El ejemplo de la Triple Frontera muestra la relación de una estrategia militar con el control de recursos estratégicos. En Paraguay, las elites locales apoyan acciones militares y paramilitares, sobre todo en áreas donde las organizaciones campesinas están más organizadas. El objetivo es expulsar los campesinos de sus tierras para abrir espacio para el latifundio, sobre todo para la producción de soja. Por lo tanto, la región combina intereses estratégicos de Estados Unidos en América del Sur, con la preservación del poder de las oligarquías rurales.

La CADA

El imperialismo norteamericano sirve tanto a los intereses de las elites extranjeras, cuando de las elites locales. Por eso, depende de la supervivencia de los gobiernos de países periféricos y también de la complicidad de países centrales, como los de la Unión Europea. A su vez, las principales luchas de resistencia contra el imperialismo también combinan estrategias de acción locales y articulación internacional.

En oposición al proceso de militarización en el Continente, fue creada la Campaña por la Desmilitarización de las Américas (CADA). Además de vigilar la presencia militar de Estados Unidos en América Latina, la CADA está contribuyendo a la articulación de luchas populares contra el imperialismo.

Las principales propuestas de la CADA son:

- Denunciar la dominación militar de Estados Unidos en América Latina y sus consecuencias, como las violaciones de derechos humanos, la destrucción ambiental y la pérdida de la soberanía y de la auto-determinación de los pueblos.

- Coordinar acciones solidarias y simultáneas, realizar movilizaciones, investigaciones y acciones jurídicas contra el aparato militar de Estados Unidos y en defensa de los derechos humanos.

- Apoyar los movimientos sociales de cada país, que luchan por su tierra, su cultura, su trabajo y su dignidad.

- La construcción de un modelo económico basado en la justicia social y en la solidaridad entre los pueblos.

- La construcción de una alternativa igualitaria y sostenible para la integración latinoamericana.

Resistencias

Intensas luchas de resistencia, combinando movilización local con solidaridad internacional, lograron interrumpir operaciones militares en Vieques, Puerto Rico. Un plebiscito popular obtuvo más de 10 millones de votos en Brasil, impidiendo el control de la base de Alcântara por Estados Unidos. En Costa Rica, un fuerte movimiento popular impidió la presencia de la Academia para el Cumplimiento de La Ley (una versión de la Escuela de las Américas para policías latinoamericanos). Un fuerte movimiento de oposición en Argentina impidió la realización de una operación de entrenamiento liderada por militares estadounidenses para países latinoamericanos, llamada Águilas III.

En todo el Continente, desde México, con las luchas populares en Chiapas y Oaxaca, hasta la movilización de pueblos indígenas en Brasil, que ocuparon recientemente la Compañía Vale do Río Doce, una de las mayores mineras del mundo, reflejan el repudio a las políticas de dominación económica y militar. En 2007, movimientos sociales brasileños organizarán un plebiscito popular por la estatización de la Compañía Vale do Río Doce, privatizada en 1997 a través de una subasta fraudulenta.

La recuperación de fuentes de recursos estratégicos es fundamental. En Bolivia, la fuerte oposición a la política de privatización del agua y del gas natural causó la renuncia de dos presidentes y culminó en la elección de Evo Morales, que garantizó también mayor participación del Estado sobre la actuación de empresas petroleras en el país. En Venezuela, la recuperación del control de PDVSA por el presidente Hugo Chávez fue esencial para la continuidad de la revolución bolivariana.

Y, más recientemente, el pueblo ecuatoriano eligió al presidente Rafael Correa, que asumió el compromiso de no renovar el acuerdo que permite que los EE UU utilicen la base de Manta. Esta iniciativa fue saludada por una red de organizaciones ecuatorianas que está realizando diversas acciones de movilización contra la base. “Está comprobado que las principales actividades de los militares estadounidenses son el control migratorio, el trabajo de vigilancia y el apoyo logístico al ejército colombiano. Por otro lado, la militarización del puerto de Manta está provocando la expulsión de campesinos y pescadores, los cuales están impedidos de trabajar”, afirma una nota divulgada por la Coalición No Bases, de Ecuador.

En marzo de 2007, Ecuador será la sed de la Conferencia Mundial por la Abolición de Bases Militares Extranjeras, lo que vuelve la decisión de Rafael Correa todavía más significativa. El mandatario recibió también el apoyo de los movimientos sociales ecuatorianos por su compromiso de no firmar el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos.

En la lucha contra el imperialismo es importante unir estrategias de acción contra agentes que promueven una política económica articulada con la militar. Uno de ellos es el Banco Mundial, que funciona como una especie de “cerebro”, elaborando conceptos incorporados por otras instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización Mundial de Comercio (OMC). EL liderazgo del Banco Mundial vuelve todavía más evidente la relación entre estrategias económicas y militares. Su actual presidente, Paul Wolfowitz, fue Vicesecretario de Defensa de Estados Unidos. EL presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (brazo del Banco Mundial para América Latina) es Luís Alberto Moreno, ex-embajador de Colombia en Washington y mentalizador del Plan Colombia.

En su libro “Confesiones de un asesino económico”, John Perkins revela que “desde la II Guerra Mundial, los asesinos económicos construyeron el primer imperio verdaderamente global. Eso fue hecho sobre todo por medios económicos, no militares”, explica. Los asesinos económicos son expertos en identificar países donde existen recursos estratégicos, adquirir préstamos del Banco Mundial o del FMI y, a partir del endeudamiento de estos países, chantajear para conseguir contratos de estos gobiernos con empresas estadounidenses para mega-proyectos como centrales de energía, carreteras, puertos, etc. Algunas de las empresas citadas en el libro son Bechtel, Halliburton, Stone and Webster, Brown and Root, Nike, Monsanto, General Electric, y Chas T. Main, donde Perkins trabajó.

Perkins cita además la actuación de esos agentes para organizar la oposición social a gobiernos contrarios a los intereses de EE UU. Cuando los saboteadores fallan, entran en escena agentes conocidos como “chacales”, para derrumbar o asesinar gobernantes. Él revela que los chacales fueron enviados a Venezuela en 2002 para articular el golpe contra el presidente Chávez.

Militarismo y medios

Hay también una relación estrecha entre la política externa de Estados Unidos y los intereses de empresas de comunicación. Corporaciones de otra naturaleza (bancos, empresas bélicas, etc.) tienen control accionista de grandes medios de comunicación. Por ejemplo, la General Electric (que produce desde bombillas hasta material bélico y nuclear) controla la RCA y la red de TV NBC.

El gobierno de Estados Unidos invierte significativamente en los sectores de comunicación del Pentágono, de la Casa Blanca y del Departamento de Estado, que poseen miles de funcionarios. Desde la I Guerra Mundial, Estados Unidos desarrolló un sistema de comunicación íntimamente ligado a sus intereses militares. Así, una de las principales funciones de las radios, en su origen, fue a orientar y entretener soldados en los campos y batalla. Desde entonces, se han desarrollado mecanismos cada vez más sofisticados de dominación ideológica a través de los mass media comerciales.

Los media no solamente influencian la opinión pública, sino que actúan principalmente estableciendo una agenda política. Eso significa establecer “lo que” el público debe pensar, pero también “sobre lo que” debemos pensar. La repetición de ideas y el contexto dado a determinados hechos tienen efectos poderosos. Las guerras promovidas por Estados Unidos no serían posibles sin el apoyo de los media.
El “humanitarismo” como pretexto
Un concepto ampliamente difundido, que garantizó apoyo de la sociedad estadounidense a una serie de invasiones militares fue la idea de “intervenciones humanitarias” o “guerras preventivas”, como ocurrió en Panamá, Somalia, Haití, Bosnia, Colombia, Afganistán e incluso en las dos guerras contra Irak, donde soldados norteamericanos pensaban que su misión era “liberar” aquel país. Esas intervenciones sirvieron para garantizar control territorial, recursos naturales, políticas económicas neoliberales y de “libre mercado”, aunque con el pretexto de asegurar la “estabilidad”, la “democracia” y la “seguridad” en aquellos países.
Ese discurso esconde las atrocidades cometidas por el ejército y por fuerzas paramilitares financiadas por Estados Unidos en todo el mundo. Bajo el discurso de los gobernantes estadounidenses, que pregonan la “democracia” y la “justicia”, una parte de la sociedad alimenta un sentimiento de superioridad. Otra parte sufre directamente con leyes que, en especial después de los ataques del 11 de septiembre, restringen derechos civiles y políticos, sobre todo de los inmigrantes. Por lo tanto, la preservación del imperio americano depende de la ignorancia y de la opresión de su propia población.
En la década de los ‘80, cuando Centroamérica vivía un duro proceso de enfrentamiento contra el imperialismo y muchas organizaciones estadounidenses buscaban solidarizarse con las luchas revolucionarias en la región, ya había un entendimiento de que la mejor forma de solidaridad con una revolución es estimular esas luchas en su propio país.
Nuestro Continente ha sido escenario de mucha lucha y no nos faltan ejemplos a seguir. En toda América Latina se están registrando movilizaciones que reflejan el repudio popular a las políticas de dominación económica y militar de Estados Unidos y de sus aliados. Hoy mismo, cada uno/una de nosotros está en proceso de lucha y sabemos que hacer. Cada día surgen nuevas formas de resistencia, a partir de la sabiduría popular. Como dice el pueblo de Oaxaca, “La Victoria no es de los poderosos sino de los mejor organizados”
La guerra del Golfo Pérsico fue objeto de un despliegue informativo a escala mundial,  nunca antes visto. Este fenómeno de la comunicación moderna poco contribuyó a que la opinión pública internacional comprendiera el origen del conflicto y distinguiera los intereses involucrados en el mismo. En este sentido, la guerra del Pérsico, con todas las imágenes de la tecnología militar de punta expuestas por la cadena norteamericana CNN, se inscribe en el contexto del desarrollo político de la región. En principio, habría que recordar que en los años setenta, Irán, bajo el régimen del Sha, e Israel eran los soportes de la política de Estados Unidos en Medio Oriente, que más adelante se reforzó con la alianza de Arabia Saudita y
Egipto, representantes del conservadurismo en el mundo árabe. Sin embargo, la revolución fundamentalista que derrocó al Sha, modificó el equilibrio de fuerzas, de tal manera que durante la guerra entre Irán e Irak, los Estados Unidos apoyaron a este último país, pues suponía que Saddam Hussein  podía desempeñar el papel 'que anteriormente jugó el Sha de Irán, como aliado pro occidental confiable.
Por el contrario, al concluir la guerra, en 1988, Irak se convirtió en una amenaza para la estabilidad política en la región dado el poderío militar que había alcanzado, lo que se vino a confirmar con su posterior incursión en territorio kuwaití, que de haberse consumado, hubiese permitido a Irak asumir el control de 20% de las reservas petroleras mundiales y, por ende, el de los precios internacionales del petróleo, pudiendo llegar a desplazar a Arabia Saudita en esta función reguladora.
Tal fue la principal preocupación del gobierno norteamericano, cuando el 15 de agosto de 1990 Irak invadió a  Kuwait. Si bien la política exterior de Estados Unidos había modificado su sistema de alianzas  -históricamente inclinada a favor de Israel- el conflicto del Golfo Pérsico redefinió sus intereses estratégicos en torno al petróleo, a sabiendas de que este producto es, hoy en día, la variable independiente de cuyo control dependerán las condiciones de acceso al sector energético, en el contexto de un mundo multipolar; pues quien controle este producto mantendrá la hegemonía económica en el sistema de bloques industriales.
La intervención militar directa de los Estados Unidos en el Golfo Pérsico (Operación «Tormenta del Desierto»), junto  con el desplazamiento de las fuerzas multinacionales existentes en Europa, puso fin a las pretensiones de Saddam Hussein, que también apuntaban a consolidar la presencia del fundamentalismo islámico, que viene a reflejar las viejas contradicciones nacionalistas del mundo árabe. Ante el acoso, Hussein respondió con un llamado a la Guerra Santa (el  Yihad), símbolo del combate, a los infieles no musulmanes que amenazaban la Tierra Santa del Islam, y que significa también «la lucha contra la injusticia social,  política y económica, inclusive contra los
propios gobernantes musulmanes». Se evidenció así la desigualdad entre las naciones petroleras ricas y los países desposeídos, y se agudizó con ello el problema religioso. La ofensiva terrestre, ordenada por el presidente Bush puso fin a la guerra, pero dio inicio a una nueva fase de desestabilización regional que trajo a la discusión el viejo problema entre Israel y Palestina y, al mismo tiempo, despertó diversas manifestaciones del nacionalismo, como fue el caso del levantamiento kurdo en el norte de Irak y la sublevación chiíta, en la parte meridional; esta última, de marcada inspiración islámica, que representaba una amenaza para los países del Golfo, entre ellos, Arabia Saudita, Kuwait, los Emiratos Árabes, Qatar y Bahréin; así se explica su apoyo al régimen de Hussein en su anterior guerra con Irán. Una segunda etapa del conflicto en Irak fue el resultado, en primer lugar, de la indefinición en que había quedado el tema del cambio de régimen en este país desde la guerra del Pérsico en 1991. Para algunos colaboradores del gobierno de Bush padre, encabezados por Paul Wolfowitz, la terminación del conflicto les pareció una decisión prematura, en la medida en que consideraban necesario garantizar el acceso a las materias primas vitales, en particular el petróleo del Golfo Pérsico. Y, en segundo término, de la estrategia de la política de seguridad nacional e internacional, basadas en la prevención del desarrollo de armas de destrucción masiva en Irak, así como la amenaza del terrorismo islámico, sobre todo después de los atentados del 11 de septiembre. Al respecto, un documento elaborado por el gobierno de los Estados Unidos -filtrado por The New York Times- planteaba el endurecimiento de esta política hacia Medio Oriente, pero durante la posterior administración demócrata de Bill Clinton el asunto se archivó. El retorno de las administraciones republicanas  sucesivas bajo la presidencia de George W Bush, significó el retorno de esta política que cambió la perspectiva del orden internacional en el siglo XXI, en la cual los Estados Unidos siguen manteniendo la primacía militar indiscutible (no así económica) pero se ha modificado la forma de ejercerla, pasando por encima de los aliados tradicionales de la OTAN, excepto Gran Bretaña, que ha sido uno de los países más identificados con la estrategia militar del gobierno estadounidense.
Fue así como la segunda campaña de Estados Unidos en Irak da inicio en marzo de 2003 para concluir con la toma de Bagdad, bajo la justificación de la existencia de armas de destrucción masiva en este país y la presumible conexión entre el régimen de Saddam Hussein y la organización terrorista Al Qaeda, supuestos, ambos, que resultaron poco convincentes ante la opinión pública internacional. El panorama actual en el Medio Oriente es realmente inquietante y no se alcanza a vislumbrar una solución definitiva en el mediano plazo, una vez que el reacomodo de fuerzas apunta a restituir la hegemonía militar de Israel y a fortalecer, en el mismo sentido, a Arabia Saudita y a Turquía, con una OLP desplazada y con nuevos focos de tensión en Siria y en el Líbano. La creciente globalización no ha eliminado los tradicionales focos de inestabilidad política. El fin de la Guerra. Fría y la caída del muro de Berlín dieron pauta al nacimiento de la perspectiva de un  -nuevo orden internacional más justo, en lo económico y más tolerante e incluyente, en lo político. Sin embargo, sólo se trató de un interregno que terminó la mañana del 11 de septiembre de 2001, a las 9:03, tiempo de Nueva York, cuando dos aviones comerciales, secuestrados minutos antes en los aeropuertos de Boston y Chicago, se estrellaron, con toda la tripulación' a bordo, contra las Torres Gemelas, iconos insustituibles de la ciudad y símbolo del poder financiero. Poco después, a las 10:05 cae la torre sur del World Trade Center y hacia las 10:28 se derrumba la torre norte. El mismo día, a las 9:43, otro avión se estrella contra las instalaciones del Pentágono, en Washington. Una hora después del segundo impacto  en las Torres Gemelas, otro avión, con 44 personas a bordo, se impacta en el condado de Somerset, en Pensilvania. Inmediatamente se confirma que se trata de atentados perpetrados por terroristas suicidas y cuya autoría intelectual se le atribuye al multimillonario saudí Osama Bin Laden, dirigente de la organización fundamentalista islámica Al Qaéda que significa «La Base», mismo que ya se había adjudicado otros ataques contra objetivos norteamericanos. Sus vínculos con el gobierno talibán de Afganistán hacen suponer a las agencias de inteligencia de los Estados Unidos que Osama Bin Laden se encuentra en territorio afgano.
El 7 de octubre de 2001, el gobierno de los Estados Unidos  apoyado por la fiel Alianza Atlántica y con el activo protagonismo de George Bush y del primer ministro británico Tony Blair inicia sin titubeos las acciones militares en territorio afgano, a la caza del líder saudí, en lo que sería la primera cruzada antiterrorista. La campaña culmina en diciembre del mismo año, con el derrocamiento del régimen opresivo de los talibanes, aunque no se logró la captura de Bin Laden en ese momento; el 2 de mayo de 2011,  el gobierno de Estados Unidos informa en conferencia de prensa que mediante “La Operación Gerónimo”  se localizó y dio muerte a Bin Laden en Pakistán donde se encontraba refugiado.
El saldo en vidas  humanas es impreciso, pero suficiente para comprender la magnitud del atentado y las consecuencias posteriores de la intervención norteamericana en Afganistán. Muchas señales preocupantes quedan respecto a la eficacia de los servicios de inteligencia estadounidenses, los niveles de confianza en los sistemas convencionales .de seguridad, la capacidad de respuesta y el perfil de los miembros del gabinete de seguridad del. gobierno encabezado por George Bush cuya legitimidad y mediocridad han sido muy cuestionadas, el realineamiento de los gobiernos ante las nuevas condiciones  y, en general, respecto al papel que los Estados Unidos han desempeñado dentro del sistema mundial, y al que se le atribuyen no pocas responsabilidades en los conflictos internacionales como factor de desestabilización, a tal punto que el historiador norteamericano Amo Mayer, una de .las tantas voces disidentes, en un artículo publicado en Le Monde, afirma que su país es «el primer y principal autor de terrorismo preventivo de Estado». Este tipo de' opiniones eran muy difíciles de externar en los Estados Unidos en los días posteriores al atentado, sin el riesgo de ser señalados como traidores, tal como les sucedió a los escritores Gore Vidal y Susan Sontag, para quienes los ataques del  11 de septiembre no fueron más que el resultado de la política exterior norteamericana que ha llevado a los Estados Unidos ha convertirse en un «Estado policial». El propio
presidente George Bush, con una gran carga retórica y razonamiento elemental, lo preguntó así en el discurso que pronunció ame el Congreso de los Estados Unidos, el 20 de septiembre posterior al atentado: « ¿Por qué nos odian? »La censura o la autolimitación de los norteamericanos para responder a esta pregunta se fueron diluyendo en cuanto el gobierno de George Bush pretendió extender las acciones en el
Medio Oriente hacia Irak e Irán, dos de las posiciones más incómodas en la región. Más aún, ocho meses después del atentado terrorista, el influyente diario The Washington Post, de orientación republicana, publicó una nota en la que se afirma que el presidente George Bush había sido informado, desde e16 de agosto de 2001, que Al Qaeda planeaba atentados en territorio norteamericano, según lo consignaban informes de los servicios de inteligencia que se venían generando desde diciembre de 2000 por la CIA y el FBI, a petición del propio presidente. La existencia de este último reporte de la CIA  en cuyo título se advertía: «Bin Laden, decidido a atacar en Estados Unidos»- no fue negada del todo por la Casa Blanca, aunque se argumenta que el informe era vago e impreciso.No obstante, el responsable de la lucha antiterrorista en el equipo presidencial, Richard Clarke, había expresado en una reunión del 5 de julio de 2001 que «Algo espectacular va a ocurrir aquí, y va a ocurrir pronto». Esta filtración puso bajo presión al presidente al demandársele el esclarecimiento de los hechos por parte de la oposición y de los familiares de las víctimas, quienes expresaron su desconcierto y su ira, pues existe la convicción de que el gobierno de Washington pudo haber evitado la tragedia. Estos hechos, por su impacto visual inmediato, hablan por sí  solos. Pero casi al mismo tiempo se abrieron varias interrogantes que desbordan, por mucho, las consecuencias dramáticas que este
conflicto generó en la sociedad norteamericana y en la opinión pública mundial, y que tienen que ver con el futuro del nuevo orden mundial. Como bien lo dice el escritor neoyorquino Paul Auster en relación con el impacto del 11 de septiembre en la sociedad norteamericana: «No creo que pueda escribirse algo realmente profundo sobre algo que aún está ocurriendo. Se puede hacer periodismo, pero no literatura». Habría que agregar que tampoco se puede hacer historia.
En el tobogán de los acontecimientos se arrastran otros nuevos
escenarios directa o indirectamente vinculados con los atentados terroristas y el despliegue del unilateralismo norteamericano. Por un lado, China y Rusia recuperan su protagonismo internacional. Irán se fortalece en el Medio Oriente, mientras Yasser Arafat, pese a sus esfuerzos por mantener una posición en contra de Bin Laden, pierde credibilidad ante la ola de ataques de terroristas palestinos  -militantes de las organizaciones musulmanas Hamás y Al Fatah-, en territorio israelí, dando pie a la feroz ofensiva militar mantenida entre los meses de marzo y mayo de 2002 en el campo de refugiados palestinos de Yenín, en Cisjordania, que dejó un saldo de centenares de muertos, y al cerco impuesto al líder palestino  Yasser Arafat en su cuartel general de Ramalá, por el gobierno derechista del líder del Likud.

Ariel Sharon, decidido a combatir radicalmente a la autoridad palestina hasta imponer, a largo plazo, un nuevo orden
regional. Más que como una simple represalia por los atentados terroristas contra civiles israelíes, esta nueva estrategia del gobierno de Israel asume el fracaso de los acuerdos de paz de Oslo y se fragua no a partir del último levantamiento palestino (la Antifada), pues ya existía un plan de acción conocido como «Campo de Espinas», elaborado en 1996, cuando estaba en el poder el laborista Ehud Barak.

La presión de Washington –que enfrento a los halcones pro israelíes con el moderado Secretario de Estado, Collin
Powell-.junto con la resolución del Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas acordada el 20 de abril de 2002, y
luego de pedir en tres ocasiones el repliegue militar, obligaron al gobierno de Israel a retirar gradualmente sus tropas
de los territorios palestinos. En el mismo mes se negocia el fin del asedio a la basílica de la Natividad, en Belén, con la
salida y destino de 20 o 30 milicianos palestinos refugiados en el templo y que eran reclamados por Israel por delitos
de terrorismo. Pero estos frágiles acuerdos y tentativas de los Estados Unidos, la Union Europea, Rusia y las Naciones Unidas de convocar a una nueva conferencia internacional sobre el Medio Oriente, no señalan el fin del conflicto en tierra santa. Sólo queda en el aire la misma interrogación: ¿Cuál es la mejor manera de que dos pueblos que comparten la misma tierra construyan un futuro juntos?