jueves, 28 de noviembre de 2013

demografia

No se puede dudar sobre la relación que hay entre el problema de población y el problema de la pobreza en el paí­s, aun y cuando serí­a torpe decir que somos pobres porque somos muchos, cuando hay paí­ses con mayor densidad de población que gozan de mejores condiciones de vida y evidencian mejor desarrollo humano.



En otras palabras, creemos que el crecimiento demográfico explosivo es consecuencia de la pobreza y que con ello entramos en un cí­rculo vicioso porque justamente las mayores tasas de crecimiento poblacional están asociadas de manera directa e irrefutable con los í­ndices de pobreza. Mientras más pobre nuestra gente, menos acceso a educación y a salud reproductiva y, por lo tanto, mayor tasa de fecundidad.

Por principio sostenemos que el problema de la pobreza tiene más que ver con la desigualdad existente en cuanto al acceso a oportunidades en una sociedad que se cierra, que ofrece maravillosas ocasiones para que el rico se vuelva más rico, pero que niega hasta el último resquicio para que el pobre pueda dejar su situación de abandono y falta de oportunidad para vivir más dignamente. A ello, que constituye la premisa fundamental, se suma el problema poblacional que dispara anualmente el número de pobres por la tasa de crecimiento. Ni siquiera la cruel y rampante mortalidad infantil, tema en el que también somos punteros, evita que aumente exponencialmente la población, porque Guatemala es el paí­s con mayor fecundidad en el Continente.
  El otro argumento, el que dice que hay pobreza a consecuencia del aumento de población, pretende ocultar la realidad de una estructura social injusta, que se resiste a una redistribución de riqueza por la ví­a de impuestos administrados eficiente y honestamente para proveer de servicios y oportunidades a quienes hoy están marginados de la posibilidad de alcanzar desarrollo humano.

No negamos importancia al tema poblacional, pero hay que situarlo en su justa dimensión para que no se convierta únicamente en un  pretexto, en una explicación absurda de nuestra realidad social. Tenemos que reducir el í­ndice de fecundidad que indica que en Guatemala nacen 3.8 niños por mujer en edad reproductiva, pero ello no se puede lograr sin impulsar educación, salud y desarrollo humano integral porque ni hay forma ni es humano pensar en castrar o esterilizar a los pobres para que, además de su falta de bienes materiales, tampoco tengan acceso a la paternidad.

Solo los empecinados dirán que hay pobreza porque somos muchos, lo que significa que si salimos de unos cuantos habrí­a menos pobreza. Hay pobreza porque no hay justicia, porque no hay compromiso solidario en la sociedad para trabajar juntos por un desarrollo humano equitativo. Lo demás son pretextos y pajas.


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